DECRECIMIENTO: H. D. Thoreau (1817-1862)

Seguimos con esas primeras manifestaciones de lo que poco a poco irá formando parte de la teoría del decrecimiento.

Como en todo análisis, hay que conocer la historia para entender lo que nos ha traído al presente, a lo que nos preocupa del presente.

El libro, cuyo esquema estamos siguiendo, ‘En los orígenes del decrecimiento‘, nos propone la figura de Henry David Thoreau.

La palabra que mejor define a Thoreau es la de ‘pensador’. Cuando lees sus escritos, al menos a mí me pasa, estás oyendo la voz de la persona que, en su vejez, se ha quedado con lo esencial y te señala lo que a lo largo de su vida ha encontrado que es lo importante. A la vez, te das cuenta de que hay coincidencia con lo que piensan otras personas que, al final de la vida, llegan a parecidas conclusiones. Es como si te hiciera caer en la cuenta de que hay un ‘sentido común’ que apunta exclusivamente a lo elemental.

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Antes de pasar a sus escritos conviene echar un vistazo a lo que estaba ocurriendo en su Estados Unidos natal.

Thoreau vivió entre 1817 y 1862, ya en un Estados Unidos independiente de Gran Bretaña. Habían sido 13 las colonias inglesas las que declararían la independencia 1776, el famoso 4 de julio. Ocupaban toda la costa este.

Para cuando Thoreau empezó a escribir, hacia 1840, las Trece Colonias iniciales habían iniciado su expansión hacia el oeste a la conquista de la costa que les permitiera el comercio con Asia.

Se podría decir que, ya desde el principio, la política estadounidense se basó en la expansión y ésta basada en tres pilares legislativos: la Doctrina Monroe de 1823 de política exterior, la Ley de traslado forzoso de los indios (Indian removal Act) de 1830 y la Doctrina del Destino manifiesto que se empezaría a consolidar con las primeras anexiones territoriales entre 1845 y 1848 de Texas, México y California.

Por la Doctrina Monroe se ponía tope a cualquier intención colonialista de cualquier potencia exterior, por la Ley de traslado forzoso de los indios se justificaba la expropiación y genocidio de los habitantes nativos de dejaban de tener derechos sobre sus tierras y la Doctrina del destino manifiesto justificaba la anexión de tierras basada en el designio divino de ser el pueblo elegido.

No es difícil relacionar ese ‘constituirse en pueblo elegido’ con el apoyo al otro pueblo elegido que es Israel, con el eslogan de Trump ‘hacer América grande de nuevo’ o con haber sido la inspiración para las ansias expansionistas de Hitler.

Además de estos ‘principios inspiradores de la política original estadounidense’, existía una preocupación por el tema de la esclavitud, origen del conflicto que iniciaría la guerra civil en 1861. Antes, la tensión entre estados esclavistas y abolicionistas había llevado a la redacción de la Ley de esclavos fugitivos de 1850 por la que se deberían devolver a sus dueños todos los esclavos huidos fuera de sus estados origen.

Ninguno de estos puntos escapó al ojo sensato de Thoreau, quien, no de una manera consciente, estaba poniendo en duda lo absurdo del sistema capitalista que todas esas leyes mencionadas ayudaron a consolidar.

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Vamos a repasar por orden cronológico algunos de sus escritos realizados entre 1849 y 1863.

El primero de estos textos es ‘Desobediencia civil’.

Thoreau se había negado a pagar impuestos para mostrar disconformidad con un Estado cuyos gestores operaban de espaldas al pueblo que los había elegido. En sus propias palabras:

El gobierno por sí mismo, que no es más que el medio elegido por el pueblo para ejecutar su voluntad, es igualmente susceptible de originar abusos y perjuicios antes de que el pueblo pueda intervenir. El ejemplo lo tenemos en la actual guerra de México, obra de relativamente pocas personas que se valen del gobierno establecido como de un instrumento, a pesar de que el pueblo no habría autorizado esta medida”.

En el escrito Thoreau reflexiona sobre conceptos como ley y justicia o cuestiona la guerra en tanto que obliga al sometimiento al orden militar aún cuando se esté en contra de sus objetivos.

Y sigue:

“todos los hombres reconocen el derecho a la revolución, es decir, el derecho a negar su lealtad y a oponerse al gobierno cuando su tiranía o su ineficacia sean desmesurados e insoportables” … “Si mil hombres dejaran de pagar sus impuestos este año, tal medida no sería ni violenta ni cruel, mientras que si los pagan, se capacita al Estado para cometer actos de violencia y derramar la sangre de los inocentes. Ésta es la definición de una revolución pacífica, si tal es posible”.

Es imposible hacer una reducida selección de sus palabras, hay que leer todo el texto para valorar su alcance. A modo de resumen: hace una llamada a proceder en conciencia, pero su reclamo no es hacia la pasividad o la indiferencia, sino a la acción

“¿Cómo puede estar satisfecho un hombre de tener una opinión y quedarse tranquilo con ella?”.

Terminaré con una mención que Thoreau hace a Confucio y que me parece está en el fondo de su ideario y que enlaza muy bien con la noción de ‘decrecimiento’: “Si un estado se gobierna siguiendo los dictados de la razón, la pobreza y la miseria provocan la vergüenza; si un estado no se gobierna siguiendo la razón, las riquezas y los honores provocan la vergüenza”.

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El siguiente texto es su famoso ‘Walden’. Será su obra que más directamente es relacionada con el decrecimiento. Amante de la naturaleza, durante dos años Thoreau se aísla en una cabaña porque quiere experimentar el contacto directo con ella reduciendo lo necesario a lo imprescindible.

Para aquellos que creen que decrecentismo va unido a la vuelta a las cavernas, lo imprescindible para él no es suficiente si no cumple con los requisitos de

“alimento, refugio, ropa y combustible. Porque hasta que nos nos hayamos provisto de estos, no podremos considerar con libertad y posibilidad de éxito los problemas de la vida”.

Es decir, la humanidad, toda en conjunto e individualmente sus componentes, necesita cubrir esas necesidades para poder afrontar la vida con dignidad. Después, aplicar su lema

“¡Sencillez, sencillez, sencillez! Que tus asuntos sean dos o tres y no cien o mil … ¿Por qué tenemos que vivir con este apresuramiento y semejante desperdicio de la vida? … Cuando estamos sin prisa y somos prudentes, percibimos que sólo las cosas grandes y dignas tienen una existencia permanente y absoluta”.

Para él es imprescindible el acceso al conocimiento:

“La mayoría de los hombres han aprendido a leer para su mezquina conveniencia, como han aprendido a escribir números para llevar cuentas y no ser engañados en el comercio; pero de la lectura, como un ejercicio noble e intelectual nada conocen … Para leer, tenemos que estar en plena agudeza mental y debemos dedicarle nuestras horas más alertas y despiertas … Se publica mucho pero se graba poco en la memoria”.

Otra de sus reflexiones en ‘Walden’ es sobre la soledad frente a la tendencia social hacia la compañía sin más:

“¿Qué clase de espacio es el que separa a un hombre de sus semejantes y le hace sentirse solitario? He descubierto que ningún movimiento de las piernas puede aproximar a dos mentes … Casi siempre solemos estar más solos cuando estamos entre los hombres que cuando nos quedamos en nuestras habitaciones. Un hombre que piensa o trabaja está siempre solo, encuéntrese donde se encuentre. La soledad no se mide por las millas espaciales que separan a un hombre de sus semejantes”.

Sería necesario destacar punto por punto toda la obra para ver su magnitud. Por enlazar lo último con una idea que me parece muy ligada al decrecimiento y al miedo que nuestra sociedad actual tiene al ‘aburrimiento’, destacaré unas últimas recomendaciones que me parecen procedentes de esa sabia ancianidad a que me refería al principio:

“Por menguada que sea tu vida, enfréntala y vívela; no la esquives, ni le apliques rudos apelativos … Parecerá más pobre cuanto más rico seas tú … No te intereses mucho en conseguir cosas nuevas, ya sean vestidos o amigos. Da la vuelta a los viejos vestidos; vuelve a los viejos amigos. Las cosas no varían, nosotros sí … Si yo estuviera confinado en el rincón de una buhardilla de por vida, igual que una araña, el mundo sería para mí exactamente tan grande como antes, mientras mantuviera mis pensamientos conmigo.”

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El mismo año que ‘Walden’ también publicó ‘La esclavitud en Massachusetts’.

Se puede resumir esta obra como una declaración contra la hipocresía de las leyes gubernamentales. Su alegato es que el hombre hace las leyes, no al revés. Le indigna que los gobernantes estén más preocupados por la constitucionalidad de la ley que por si es o no injusta.

Anthony Burns, un esclavo negro que había escapado de Virginia, fue devuelto a su amo en virtud de la aplicación de la Ley de los esclavos fugitivos de 1850. Si bien había amplios sectores que condenaban la esclavitud, el tema, desde un punto de vista jurídico, nunca se había tratado en su esencia, es decir en su condena incondicional. Antes bien, ya en el Compromiso de Misuri de 1820, lo que se había buscado es equiparar el número de estados abolicionistas con el número de esclavistas. Cuando se planteó la incorporación del estado esclavista de Misuri, para mantener el equilibrio, se incorporó Maine segregándolo de Massachusetts.

El tema de la esclavitud había forzado soluciones como la declaración de estados abolicionistas por encima de una línea que atravesaba los estados de este a oeste. Estas soluciones no acababan de satisfacer y la Ley de los esclavos fugitivos vino a conceder a los estados esclavistas el retorno a quienes huyeran de sus tierras.

Thoreau denunció esa renuncia a no discutir el problema fundamental que era la esclavitud, la desigualdad de trato entre las personas. Nadie puede negar que la esclavitud es uno de los soportes del capitalismo, del enriquecimiento de unas pocas personas a costa de otras.

También Thoreau acusó a la prensa por su influencia en formar una opinión de acuerdo con las necesidades de los políticos y no abrir un debate honesto. Concluye sobre esto:

“Yo creo que en este país la prensa ejerce una influencia mayor y más perniciosa que la Iglesia en su peor época”.

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El siguiente texto se relaciona igualmente con la esclavitud. Se trata de ‘Apología del capitán John Brown’.

John Brown dirigía un grupo antiesclavista que atacaba a sus defensores en Kansas. Su lucha se oponía al pacifismo con que otros abolicionistas intentaban conseguir adeptos.

Thoreau escribe este texto cuando Brown estaba a punto de ser ejecutado por su participación en la guerra proabolicionista de su estado. Pacifista como era, Thoreau no duda en justificar la forma en que Brown decide luchar. Dice:

“Yo no deseo matar ni ser matado, pero puedo vislumbrar circunstancias en las cuales ambas cosas me resulten inevitables”.

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Finalmente, nos vamos a parar en el último escrito, ‘Una vida sin principios’. Y aquí vamos a dejar las propias palabras de Thoreau, una selección de frases incluidas en él que nos dan una visión de su carácter y visión del mundo.

Una vez más se manifiesta contrario a la esclavitud y, de paso, al imperialismo y al extractivismo que ya entonces se detectaba:

“El teniente Herndon, enviado por nuestro gobierno a explorar el Amazonas y según parece, a extender el área de esclavitud, advirtió que allí hacía falta ‘una población laboriosa y activa que conozca las comodidades de la vida y que tenga necesidades artificiales que le induzcan a extraer del país sus múltiples recursos’”.

“El mayor elogio que me dedicaron en toda mi vida fue cuando alguien me preguntó qué opinaba y esperó mi respuesta”.

“Sería maravilloso ver a la humanidad descansando por una vez. No hay más que trabajo, trabajo, trabajo. No es fácil conseguir un simple cuaderno para escribir ideas; todos están rayados para los dólares y los céntimos … Yo creo que no hay nada, ni tan siquiera el crimen, más opuesto a la poesía, a la filosofía, a la vida misma, que este incesante trabajar”.

“Si un hombre pasea por el bosque por placer todos los días, corre el riesgo de que le tomen por un haragán, pero si dedica el día entero a especular cortando bosques y dejando la tierra árida antes de tiempo, se le estima por ser un ciudadano trabajador y emprendedor”.

Para no alargarlo más, terminaré con esta meditación:

“¿Llamamos a ésta la tierra de los hombres libres? ¿Qué supone ser libres del rey Jorge y seguir siendo esclavos del rey Prejuicio? ¿Qué sentido tiene nacer libres y no vivir libres? ¿Cuál es el valor de una libertad política sino el de hacer posible la libertad moral? ¿Alardeamos de la libertad de ser esclavos o de la libertad de ser libres?”.

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Bibliografía complementaria:

Thoreau, H.D. Thoreau: Desobediencia civil y otros escritos. Ed. Público

Thoreau, H.D. Walden: la vida en los bosques. Ed. Errata Naturae

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