
Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Generaciones Futuras de la UNESCO:
“las personas pertenecientes a las generaciones venideras tienen derecho a una tierra indemne y no contaminada, incluyendo el derecho a un cielo limpio”.

I. El paisaje del cielo nocturno
El terremoto ocurrido en Los Angeles en 1994 dejó la ciudad completamente a oscuras y muchos residentes llamaron a emergencias porque veían una nube gigante blanquecina: acababan de descubrir la Vía Láctea que las luces de la ciudad les había impedido ver hasta ese momento.
Me parece que dice mucho de lo que nos estamos alejando del medio natural.
Pero ¿se puede decir que la Vía Láctea forma parte del medio natural?
Nos han acostumbrado a pensar que el medio natural está en las proximidades. Y es verdad, una definición restringida nos limita la naturaleza al medio físico que no es urbano. Pero también es verdad que naturaleza es todo lo que existe sin intervención humana.
Naturaleza es también lo que está más allá de lo que podemos tocar, así que el aire y el cielo son naturaleza. Durante el día contamos con la luz del Sol y podemos mirar lo que nos rodea. Por la noche contamos con la luz de las estrellas que no solo nos rodean sino que son el origen de nuestra existencia como seres humanos.
La frase ‘ser polvo de estrellas’ es literalmente cierta: de las reacciones físicoquímicas que se producen en y por las estrellas se obtienen los elementos químicos de los que ha salido nuestro planeta y hasta las células de todos los seres vivos o los átomos de los inertes, que lo habitan.
¿Se puede hablar de paisajes nocturnos de la misma manera que hablamos de paisajes terrestres?
Sin duda. Y su contemplación funciona de la misma manera que los terrícolas. Existe un paisaje cercano y, con las sucesivas distancias, unos paisajes que se hacen más lejanos.
Es fácil si comparamos fotografías. De la misma manera que hay primeros planos (un árbol, una fuente, un pájaro), los hay medios (un bosque, una laguna, un río, un ave volando en un fondo de nubes) y los hay generales o panorámicos (hacia un horizonte montañoso, marítimo). Todos ellos se pueden obtener con cámaras y objetivos de distinta calidad: a más sofisticación, mejor imagen.
Lo mismo pasa en el cielo nocturno.
La luna, por ejemplo, se puede fotografiar con facilidad incluyendo detalles de su relieve con una buena cámara. También los planetas más cercanos con telescopios pequeños. Si abrimos el plano podemos identificar constelaciones y, con cámaras especiales o grandes telescopios, podemos adentrarnos en los confines del universo.

La Luna a vista de prismáticos

Saturno: Imagen tomada en el observatorio Pic du Midi, en el conocido puerto ciclista del Tourmalet, en Francia.

Cielo estrellado: Imagen tomada en el centro de Australia en las proximidades del monte Uluru, patrimonio de la humanidad.

Cúmulo de galaxias: Imagen tomada por el telescopio espacial Hubble.
Sin embargo hay una diferencia notable entre el paisaje nocturno y diurno: mientras en el diurno es difícil distinguir diferencias de un día a otro, el nocturno varía considerablemente. Se puede decir que cada noche hay un cielo distinto y, si aguantas el tiempo suficiente, cada hora se muestra diferente.
¿Qué impide que podamos ver esos cielos cambiantes?
No nos han educado para defender el derecho a un cielo limpio frente a las agresiones; antes al contrario, nos han adoctrinado para aceptar como buena cualquier acción que se nos presente como científica, más exactamente como tecnológica. No obstante, sabemos que no toda tecnología supone un avance social. Valgan como ejemplo las armas: técnicamente cada vez más desarrolladas y no parece que hayan traído mejoras a la humanidad; al contrario, cada vez son más mortíferas.
La Ciencia busca interpretar la naturaleza para conocerla; muchas tecnologías desarrolladas por la humanidad quieren dominarla sin que supongan un beneficio para nuestra especie en conjunto, sino más bien el de unos pocos a los que, encima, nos convencen que tenemos que admirar por ‘espabilados’ (emprendedores los llaman).
Poder disfrutar plácidamente de las estrellas es complicado. Los dos grandes problemas con los que se enfrenta la visión nocturna son, por una parte la contaminación lumínica y por otra la proliferación de artefactos como aviones y satélites. Hay otros más sutiles como el polvo en suspensión, esas calimas cada vez más abundantes debido a la desertificación.

A la izquierda se puede observar un mapa de distribución lumínica en nuestro planeta Tierra. En el centro la distribución de los satélites Starlink, del dueño de la red social X (antes Twitter) Elon Musk. A la derecha la dificultad de visión por la presencia de polvo en suspensión.
Cualquiera de estas imágenes es lo suficientemente explícita como para hacernos reflexionar sobre si nos beneficia, si nos compensa como humanidad agredir como lo estamos haciendo a nuestro cielo que, no olvidemos, es nuestra atmósfera, la que nos permite respirar.
Propuesta práctica
Un ejercicio sencillo que podemos realizar y poner en práctica lo que hemos comentado sobre los paisajes nocturnos cambiantes.
Si estos días contemplamos a la misma hora el anochecer mirando hacia donde se pone el Sol, descubriremos cómo va elevándose sobre el horizonte una luz muy brillante, es el planeta Venus. Un poco más a su izquierda veremos la Luna cómo también se va elevando y distanciando de Venus a medida que va creciendo.
Esta misma tarde la Luna, al oscurecer, estará al lado de una estrella rojiza, se llama Antares. Quizás no se la pueda distinguir hoy porque nos deslumbre la luz de la Luna debido a su cercanía, pero si observamos los próximos días, veremos cómo, a la misma hora la Luna aparece más alejada de ella.
Todo eso, desde luego, si una atmósfera limpia nos lo permite.
Continuará …
Deja un comentario